Queridos hermanos y hermanas:
Nuestra
realidad de hijos crea como consecuencia inmediata una relación entre nosotros:
nos hace hermanos, hermanos (en el
Hijo): “Ustedes no se hagan llamar maestros, pues uno solo es su maestro,
mientras que todos ustedes son hermanos” (Mt. 23,8).Todos formando parte de un
solo cuerpo en Cristo, como dice San Pablo (1Cor. 12, 13).
Entonces no
somos hermanos porque nos hacemos hermanos entre nosotros, o porque nos
juntamos para hacer una fraternidad, lo somos a partir de CRISTO, y no
solamente entre nosotros sino con todos los hombres y mujeres. Es la Gracia que
compartimos con todos los que tienen el mismo Espíritu de Jesús. Y si se
quiere, hermanos también con todas las creaturas, por ser llamadas a la
existencia por el único creador, (“loado seas mi Señor, con todas tus
creaturas, especialmente el hermano sol… la hermana luna y las estrellas… el
hermano viento…”) [BAC pg 55].
La
fraternidad entonces es universal y el vivir como hermanos será lo que nos hará
sentir, la presencia del Padre, o lo que es lo mismo, sentirnos hijos.
Esta es
nuestra identidad más profunda a la que Dios ha llamado a todos los hombres: a
ser hijos en el Hijo. Y ya, antes de la creación del mundo, como dice San Pablo
(Ef. 1,3). Entonces somos hijos de nuestro Padre Dios y hermanos entre
nosotros.
Pero a
nosotros, los franciscanos, nos llamó a vivir de una manera diferente esa
identidad de hermanos, nos llamó a vivirla como seglares y en minoridad,
como el que sirve a todos los demás, como el que lava los pies a los hermanos,
siguiendo el ejemplo de Jesús (Jn.13, 15).
Somos
seglares en minoridad, si reconociendo nuestra absoluta pobreza espiritual y
dependencia de Dios, tomamos conciencia de su Amor infinito, no solo por
habernos creado, sino por la forma como hemos sido redimidos, con todo lo que
ello implica de la Encarnación, Pasión de Jesús, por la libertad con que somos
invitados a regresar al Padre. Y nosotros como respuesta a ese amor, nos
volvemos totalmente a Él, con el corazón infinitamente
agradecido y por lo tanto abierto a su querer, convirtiéndonos así en
instrumentos de su Amor, Perdón, Alegría y Paz.
La fraternidad local, es la gracia que se nos
da para ejercer, para vivir la minoridad seglar, concretamente.
Porque la
minoridad no es simplemente un concepto, es Vida que se trasmite y se recibe de
los hermanos y hermanas con quienes fraternizamos. Es la forma de servirnos mutuamente.
Servidores,
en principio, de los hermanos y hermanas de la fraternidad, pues ahí es donde,
como se dijo, se realiza la minoridad y pobreza espiritual, y éstas se hacen
extensivas a todo lo creado. Viviéndolas es como se las predica, como se las
anuncia y como tiene eficacia. El servicio que se presta no es otro que
entregar lo que hemos recibido, el Espíritu del Señor, es decir, nos hace
instrumentos amorosos de la Ternura de Dios.
Y la pobreza
con que Él nos dotó, es una gracia, porque es para llenarnos de ese tesoro que
es Él mismo, “…tenemos este Tesoro en vasos de barro, para que la excelencia
del poder sea de Dios y no de nosotros” (2Cor. 4,7).
El servicio
al otro se realiza mediante el don que el Señor ha dado a cada uno, pues “a
unos puso Dios en la Iglesia como apóstoles, a otros profetas, a otros
maestros, luego los que hacen milagros, los que sanan…” (1Cor. 12,28)
Y es mediante
ese don entonces que podemos servir a los demás. Pues todo don es dado para ser
puesto al servicio del otro.
Esta es la
identidad a la que somos llamados. Toda ella es gracia, todo es don, todo es
regalo. La identidad se vive en el seguimiento de Jesús.
Paz y Bien
Hno. Ricardo Núñez,
OFS
Ministro Local
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